Quiero compartir con ustedes mi experiencia de hace unas semanas atrás. Estuve la 1º quincena de enero en Mar del Plata, viaje con mi familia y mis padres, con mi papá, mi mentor y fiel compañero de emociones teníamos planeado hacer nuestra primera incursión en kayak en el mar por lo cual habíamos llevado los dos K1 y los dos meses anteriores a las vacaciones fueron de preparativos, charlas y expectativas… lamentablemente el clima nos jugó varias malas pasadas y la 1º quincena estuvo signada por fuertes y constantes vientos del sector este / sudeste lo que a unos novatos como nosotros nos impedía el ingreso, primero por una cuestión de incertidumbre a “como” ibamos a comportarnos entre las olas y por otro el sentido común que nos decía que las condiciones no estaban dadas por más ganas que uno experimentara. Los pocos días (2) en los que no hubo viento, fueron espectaculares y a pleno sol por lo cual fuimos a la playa con la familia… Ya resignados un día de lluvia, optamos por ir a mar chiquita y probar suerte… llegamos y el mar estaba planchado, apurándonos bajamos todo y comenzamos a armar los equipos y en eso se largó a llover como si fuera la última vez… lo que nos obligó a meternos en el auto y esperar a que pare… así estuvimos poco más de una hora… paró la lluvia a medias ya que persistía una fina llovizna, pero igualmente salimos y seguimos armando los equipos… acercamos los kayaks a la orilla, a esta altura estabamos mojados y con frío y encima el viento en esa hora que tuvimos que esperar se incrementó y las condiciones ya no eran las mejores para ingresar… mi papá y yo eramos concientes de esto y quizás por amor propio o tozudez no decíamos nada, así y todo nos metimos al agua, yo hice punta, pasé varias olas y estándo a unos 15 metros de la punta de la escollera vi una ola enorme, que en una fracción de segundo deduje me iba a poner de cabeza, por lo cual en otra fracción de segundo también deduje que soldado que corre sirve para otra guerra, por lo cual clave el remo giré y la barrené… a todo esto mi viejo estaba a los gritos ya que yo me había ido muy contra las piedras, en esa tarea de observarme a mi lo agarró una ola y lo revolcó, al yo mirarlo a el revolcado me agarró otra ola a mi y al agua pato… lo bueno es que estábamos en 1 metro de agua y haciamos pie, lo más bueno y positivo es que no hicieron falta palabras para entendernos y decidir guardar todo y partir con la frente marchita pero en condiciones físicas óptimas (salvo el frío que ya era insoportable) a cabo de una hora cuando terminamos de desarmar y atar todo en el techo del auto… miramos el mar y la situación ya era jodida, había corderitos por doquier y fue ahí que dijimos “mirá si hubieramos podido pasar la rompiente” en este momento estaríamos complicados… con ese oleaje adentro y sin experiencia era una combinación fatal.
A esta altura de las circunstancias nos preguntábamos que estaba pasando que dos tipos de 60 y 40 años que llevan décadas de armar líneas y mojar anzuelos no podíamos poner una línea en el agua… llegué a la conclusión de que evidentemente no teníamos que entrar, y que cuando las condiciones no están dadas es inútil y peligroso tentar a la suerte.
La conclusión fue que nos pasamos 15 hermosos días de vacaciones en los cuales no pudimos entrar al agua. Lo asumimos, lo meditamos y llegamos a otra conclusión más seria, ¿ibamos a entrar al mar? ¿basándonos en que experiencia? En dos salidas; una a un rio de llanura y otra a una laguna… en pocas palabras UN DISPARATE. Pero bueno todo sirve de experiencia… de cada situación hay que sacar la enseñanza positiva.
Ahora nos fijamos como objetivo palear y adquirir más experiencia, para que nuestra próxima incursión al mar nos encuentre más fogueados o al menos con más idea de lo que estamos haciendo.
No se puede correr si antes no se aprendió a caminar…
Saludos.
Gustavo1973