Despierto con una sensación extraña, es como si para el amanecer faltaran unos años.
Al chequear la hora en el reloj del celular me doy cuenta que algo estaba mal, la alarma no había sonado, miro fijamente el aparato y en ese preciso momento comienza a sonar la taladrante melodía que me despierta cada día.
Bueno un nuevo día comienza, a desayunar con mi señora, levantar a los chicos para ir a la escuela y a pelearla como cada jornada. Una rutina que realmente me tiene cansado, pero es la realidad que me toco y es mi realidad. Entonces a pelearla y a seguir adelante.
Una sensación dentro mio me decía que algo estaba mal. Claro tan simple ERA SÁBADO, toda mi mente se replanteó un día diferente.
Mientras desayunaba y mi señora se preparaba para irse a trabajar me replantee el día, me dije: me voy a pescar. Le comunique a mi amada esposa mi nueva idea y como no podía ser de otra manera, con mala cara, me dijo “hace lo que quieras. Lo único cuídate, los nenes necesitan a su papá, jajaja”. Recordemos que detrás de un chiste siempre hay una gran verdad.
Igual mis sensaciones seguían siendo raras, cada paso que daba sentía que algo raro estaba sucediendo.
Hago un par de llamadas, 8 de la mañana, para no entrar a remar solo. Obviamente nada, no se prendió nadie, es más apenas uno me contesto un WhatsApp diciéndome que estaba con gastroenterocolitis y que no se podía sentar en otro lado que no fuera en el baño.
Tomo la decisión de ir solo, cargo mi kayak, cañas, reel, chaleco y todas las cosas que se utilizan para la pesca en kayak o también llamado Kayakfishing.
Escuchando buena música emprendo el camino hacia Santa Clara, la cabeza me volaba por todos lados. Vieron esos momentos que uno tiene raros presentimientos, mezclados con recuerdos y sentimientos inexplicables, espero que alguno me entienda.
Llego, observo el mar, examino un poco el ámbito.
Aproximadamente las 9,30hs, un viento apurado que alcanzaba fácilmente los 25 km por hora, una bajamar muy pronunciada, la ola superaba el metro de altura, pero no era algo imposible de pasar, la serie era media corta, adentro se percibía que no estaba del todo tranquilo, no se contemplaban más kayakistas adentro. Analizando todo estos parámetros en otro momento no hubiese entrado.
Me cruce hasta la casa de pesca, gente amiga, me dijeron “no vas a entrar”, me sonreí y le pregunte ¿por qué?
Luego de compartir unos mates, comprar la carnada y recibir todos los consejos pertinentes, decidí bajar las cosas hasta la orilla del agua e intentarlo.
Ni hablar del frío que hacía, recordemos que estamos a mediados de agosto y en estas latitudes el clima no es el mejor, a esta altura del año para practicar actividades náuticas.
Cuando pensé que era el mejor momento, contando la serie, tome coraje y encaré. La primer ola la superé sin dificultad, para mi asombro luego de esa vino una más grande y con mayor fuerza, realizando un par de apoyos pude salir airoso. Pero venía una tercera, en ese momento uno está sentado y ve una pared de agua adelante que viene sin remedio, no hay donde meterse ni se puede ir marcha atrás, me agarró justo cuando esta la cresta de la ola, me desacomodó totalmente.
En ese momento sentí que todo era extraño, no sé si fue el miedo, la suerte o qué pero algo me impulso hacia adelante y superé esa columna de agua que para mí era terrorífica, jajajaja.
Continué remando, subiendo y bajando por la leva muy molesta que luego se intensificaría, pasó alrededor de media hora. Cuando gire me di cuenta que estaba más o menos a unos 2500mts de la costa.
Otra vez esos sentimientos raros me invadieron, no sé que paso, pero en un momento se me vino la imagen del rostro de mi viejo (fallecido ya hace un tiempo), en ese momento me quedé tranquilo, yo diría que hasta en paz y disfrutando de todo, tanto del entorno como de la tremenda soledad que te da estar en la inmensidad del mar.
Luego de pescar un rato y de tomarme unos mates, me rodearon un grupo de delfines y dos lobos marinos de gran tamaño.
Tomé la decisión de retornar, cuando estaba a unos 600mts de la costa, pare. Eran cerca de las 2 de la tarde, baje el ancla y me puse a comer una banana mientras tomaba un poco de agua. Se me ocurrió probar suerte un ratito más en ese lugar.
Corroboré que el fondo era de piedra y decidí quedarme un poco en ese lugar. Luego de sacar algunas pescadillas, brótolas y meros un ruido singular me paralizó, era como una sirena de un barco mezclado con un panzaso de una persona pasada de peso (un gordo).
Sorpresa, pero a la vez miedo y curiosidad. Levanté la línea, junté el ancla, acomodé todo y me pregunte: ¿cómo va a terminar este día?
Para todo esto el viento se había puesto peor y las olas se escuchaban romper como bombas en la lejanía, me decía “que palo me voy a pegar”.
Cansado y con un poco de hambre trate de prestar atención, tenía que averiguar que había sido ese sonido extraño.
Pasó un rato y resolví salir, cuando estaba a unos 250mts de la costa tuve el presentimiento que algo o alguien me seguía, giré medio de golpe y sí. Ahí estaban dos ballenas, jugando a escasos metros míos.
Me aleje lentamente, casi sin usar el remo, y me quedé contemplando tan magnífico espectáculo.
En ese momento comprendí que todas esas sensaciones raras eran porque estaba viviendo un día muy especial, pero totalmente bueno y positivo.
Luego de observar muy tranquilo la belleza en su máximo esplendor, tome mi remo y me fui arrimando a la orilla.
Todavía me quedaba enfrentar la rompiente, que para mi sorpresa, al estar en pleamar, había mejorado bastante. Marcando las olas aceleré y cuando estaba a pocos metros de la escollera comencé a surfear o correr una ola que me dejo a centímetros de la arena.
Resultó que ese día fui el único kayak que pudo entrar a pescar, pero por suerte desde la costa también pudieron observar el espectáculo de nuestras queridas ballenas azules.
Después de una jornada de pesca en kayak queda limpiar todo, ordenar y recuperar fuerzas ya que los 45 pesan y uno ahí se da cuenta que ya no es un nene, al otro día algo duele.
Pero la satisfacción de haber vivido un día diferente en todo sentido. Gracias a esta hermosa actividad que lo hace sentir a uno que realmente está vivo.
Gracias a la vida, les dejo un gran abrazo kayakista, pescador y Santaclarense. Pejepeje.
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